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Una propuesta catalana para la España plural
(castellà)
Club Siglo XXI de Madrid | 27/5/2004
Quisiera agradecer y aplaudir la iniciativa, que en esta ocasión han
tomado el Club Siglo XXI y Tribuna Barcelona, de organizar un
intercambio de puntos de vista, y que nos deparará en un futuro
próximo la presencia del Alcalde de Madrid y de la presidenta de la
Comunidad en la Ciudad de los Condes Reyes, que es la mía.
No puedo iniciar esta intervención sin un recuerdo emocionado para
las víctimas del atentado del 11 de marzo, sin unas palabras de
ánimo a sus familiares y amigos y para sus conciudadanos sin reiterar
una vez más el reconocimiento que todos los ciudadanos de España
tenemos para el pueblo de Madrid.
El ejemplo de entereza, eficacia y serenidad del pueblo de Madrid,
también de comunicación y de reacción en el sentido práctico y en el
sentido sentimental asombraron a todo el mundo. Madrid se ha
convertido en un icono del mundo. Y esto en Catalunya ha calado tan
hondo que este año la Generalitat ha decidido otorgar el premio
Blanquerna precisamente a ese pueblo de Madrid, que en marzo dio
su extraordinaria lección al mundo entero. Es un gesto con el que
queremos expresar nuestra convicción de un futuro más fraternal
entre nuestros pueblos. Más allá de la indispensable competencia sin
la cual unos y otros no estaríamos donde estamos sino muy por
debajo.
Yo siempre he creído que la dialéctica entre Catalunya y Castilla,
entre Madrid y Barcelona, está en la base de una buena parte de los
dramas de este país pero también y sobretodo de sus éxitos. Esta es
el arma secreta de España, esa competencia precisamente. Y que la
competencia que viene ahora entre un Madrid olímpico y una
Barcelona que va a ser más sede de instituciones estatales, es un
nuevo capítulo de esa competencia que va a ser muy interesante.
Hace poco más de un año -en marzo de 2003- me dirigía a ustedes
desde esta tribuna para exponerles unas reflexiones sobre el estado
de las relaciones entre Catalunya y España, sobre el interés que
debiera tener el Estado en que Catalunya se implicara a fondo en la
construcción de la España plural, y finalmente, sobre el contenido de
las reformas que propugnaba, en aquel entonces como candidato a la
Presidencia de la Generalitat. Tales reflexiones se completaron con un
estrambote final dedicado a la guerra del Irak y a la decisión de José
Mª Aznar de que España participara en la misma.
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�He de decirles que aquellas reflexiones se hacían en un marco
concreto, caracterizado por una creciente asfixia del clima político que
auguraba un futuro difícil. Un casi inevitable choque frontal entre un
Gobierno de España dirigido por el Partido Popular y un nuevo
Gobierno de Catalunya parecía dibujarse en el horizonte. Les
manifestaba deseos y temores. Finalmente fueron éstos últimos los
que se cumplieron. Pero sólo a corto plazo, porque luego cambió
todo, empezando por el gobierno español.
Por ello, hoy puedo hablarles con un telón de fondo bien diferente. Un
telón de fondo, un escenario y unos actores totalmente distintos.
El cambio se ha producido en Catalunya. Si bien es cierto que no de
la forma a la que mi partido y yo personalmente aspirábamos. El
cambio se ha producido con un grado superior de complejidad que
hace más delicada su gestión, pero que a la vez lo hace más genuino,
más representativo del pluralismo político y social de la Catalunya de
hoy. Y con un formato europeo como el alemán, el francés o el belga
de gobiernos de coalición. Por ello puedo hablarles de una Catalunya
cambiada.
Y el cambio se ha producido también en España. Con un dramatismo
e intensidad inesperados, pero precisamente por ello con una mayor
sinceridad y un potencial transformador formidable. Y, lógicamente,
con un muy alto nivel de exigencia, expresado de forma espontánea
en el "! No nos falles!" con que fue saludada la victoria de José Luis
Rodríguez Zapatero y que tan hondamente caló en el ánimo de este
presidente joven, que tiene una memoria de elefante para esas
cosas. Siempre me recuerda que cuando vino a Barcelona la primera
vez, yo no le conocía de nada, y le dije que el era la gran esperanza
blanca. Tiene fijaciones claras respecto a los momentos y a las
personas y los entornos que significan luego en la historia del país y
en su historia personal.
Y una observación más del escenario de hace un año: en marzo de
2003 estábamos en plena guerra de Irak, con un presidente del
Gobierno de España que lucía como gran mérito su alianza con los
neoconservadores norteamericanos. Esos que hoy empiezan a estar
menos de moda, los Estados Unidos, no sólo en Europa. Hoy
asistimos horrorizados a las funestas consecuencias de aquella
insensata aventura, pero felizmente con las tropas españolas de
regreso a casa, fruto de un decidido golpe de timón proeuropeísta de
nuestra política exterior.
Mi intención hoy es pasar aquella exposición de hace un año por el
tamiz de la nueva realidad política y de las nuevas responsabilidades
asumidas. Por unos y otros. Pero especialmente, claro está, por
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�quienes tenemos la responsabilidad de gobernar Catalunya en estos
momentos.
No pretendo explicarles por enésima vez que existe un problema
catalán. Y que, por derivación de éste, existe un problema español. Y
no lo pretendo porque lo que ocurre es lo contrario, en un doble
sentido:
1.- Existe un problema español y el de Catalunya es derivado o parte
del mismo. No es que los catalanes se hayan inventado algo para que
España sea un problema; es que España es problemática porque
tiene Catalunya y Castilla, Andalucía y Galicia, el País Vasco y
Extremadura. No al revés.
2.- En realidad el problema español no es un problema, es una
ausencia del mismo, una ignorancia de que exista, o una falta de
atrevimiento en la aceptación de que existe y en definitiva la falta de
un proyecto.
Los que me conocen saben que mi política (en fondo y forma) está en
las antípodas de los que quieren vivir del "problema catalán", en el
que para empezar no creo. Lo que estoy es empeñado en que
Catalunya se implique en la solución del problema español en el que
si creo. Porque ese es el secreto: el problema catalán no es otro que
el problema español.
Entendámonos: lo que hemos señalado -casi hasta la saciedad- como
"problema", podríamos pasar a considerarlo simplemente "cuestión",
"objetivo", "propósito" o, como les anunciaba entonces y vengo a
contarles hoy, "propuesta". La propuesta catalana de España. La
España que queremos. Mejor, insisto: la España que proponemos.
Hace un año les decía que me preocupaba que la relación entre
Catalunya y España no pasara por su mejor momento. La
colaboración entre el nacionalismo catalán conservador y la derecha
española podía haber sido un hito histórico en el reconocimiento
definitivo de la personalidad de Catalunya en una España integradora,
pero por desgracia aquella colaboración se saldó con un estrepitoso
fracaso para los dos nacionalismos, el nacionalismo catalán y el
nacionalismo español. No solo fracaso electoral, sino en eso que era
más importante, que era hincarle el diente al problema de España.
Nunca, en 25 años de democracia, se había percibido en Catalunya
tanta hostilidad como entonces emanada desde el Gobierno de
España y desde la opinión pública vinculada al mismo. Y, lo que a mi
juicio es peor: en un clima de creciente indiferencia y desconfianza
mutua. Volvíamos a la vieja dialéctica de los separadores y los
separatistas.
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�Les expliqué entonces mi apuesta y mi propuesta por alcanzar un
compromiso de la Catalunya progresista con la España plural, con la
intención de recuperar el clima moral, intelectual y político que
debiera permitir pensar otra vez España con la generosidad con que
lo hicieron los constituyentes de 1978. No la misma meta sino la
misma ambición, lo que supondría hoy una meta algo más ambiciosa,
porque el tiempo no pasa en balde.
Asimismo les advertí que existían en Catalunya -y existen, gozando
de un apoyo coyuntural considerable - otros planteamientos con un
común denominador: un creciente escepticismo sobre la posibilidad
de que sea factible establecer una relación recíprocamente
interesante entre Catalunya y España. De dicho escepticismo se
derivaban básicamente dos actitudes: o la renuncia a España que
supone la vía separatista, o bien la resignada conllevancia que
supone la vía intentada durante años por Convergencia i Unió: No
sabe, no contesta, no entra, no participa, simplemente está, que ya
es mucho. Es mucho para que sigan las cosas como están, pero no
basta para que los problemas se resuelvan.
¿Dónde estamos hoy?
En Catalunya el cambio político comporta el compromiso de llevar
adelante la apuesta por avanzar en el autogobierno, a la vez que se
participa a fondo en la articulación de una España plural. Es más: el
proyecto del Gobierno de Catalunya se nutre de la experiencia
histórica que nos dice que existe una correlación positiva entre el
autogobierno de Catalunya y la democracia en España.
Se me podrá objetar que, en todo caso, éste es el propósito del
socialismo catalán y que no está nada claro que lo sea también de los
otros socios del gobierno catalán. Entiendo la objeción y la reserva
sobre el grado de compromiso que los independentistas catalanes
tienen con un proyecto que supone una plena implicación de
Catalunya en la política española. Me voy a explicar sobre esto.
Yo no tengo ninguna duda de su compromiso con ese proyecto
porque saben que hoy por hoy es el único viable y el único
interesante. Es más: el independentismo democrático está cada vez
más convencido de que su meta -lejana- pasa por todas y cada una
de las estaciones que contempla el recorrido de la España plural que
los socialistas definimos y acordamos en Santillana del Mar este
verano. Y este camino, en Catalunya lo vamos a recorrer juntos.
Tenemos ocho años por delante para ello - porque este gobierno está
ahí para durar, se lo aseguro.
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�No hagan cábalas ni digan los medios que Maragall ha dicho que
Catalunya se planteará dentro de ocho años si se independiza o no.
Un sector importante del catalanismo se lo ha planteado siempre.
Macià i Companys en 1931 proclamaron la República Catalana en la
Federación de Repúblicas ibéricas. hasta que días más tarde
Fernando de los Ríos les convenció que la denominación que
desapareció en 1714 era más prudente: la Generalitat de Catalunya.
El pasado, muy pesado por cierto, muy grávido, nos ha hecho sabios,
y esas ingenuidades del lenguaje o verbales ya no las cometemos.
Hay independentistas en mi gobierno pero ellos saben - a diferencia
de CiU, que administró la relación con España con habilidad y
agnosticismo, pero sin implicación en el gobierno español - ellos
saben que hay que implicarse.
Y nos vamos a implicar ¡y tanto! como decimos en Catalunya,
¡faltaría más! como dicen aquí.
No les pido que compartan mi fe en la España plural, tan sólo les pido
que compartan mi esperanza. La caridad no está invitada a esta cena.
Un minoritario pero significativo sector de la sociedad catalana piensa
que estamos ante la última oportunidad para resolver positivamente
la relación entre Catalunya y España. No comparto este dramatismo
de "las últimas oportunidades", pero es un estado de ánimo que hay
que tener en cuenta porque es revelador de algo.
Todos somos conscientes, ellos y nosotros, ustedes y yo, de que el
nacimiento emocionante de la Europa unida, la moneda y el arancel
europeos, y pronto la defensa y la seguridad europeas, con los
recelos y la parsimonia que se quieran, van a cambiar, están ya
cambiando, el significado de palabras tan sagradas como nación y
estado. Para que nos vamos a engañar. Arancel, moneda y
seguridad. No poco.
En esta nueva plasticidad se sitúa el problema de España, mejor, el
proyecto de la España plural y diversa. Plural, que quiere decir
formada por pueblos varios y diversa que quiere decir por pueblos
distintos - distintos en el sentido de que lo que se comparte, se
comparte de distinta manera, por ejemplo la lengua o el derecho civil.
Hay varias maneras de compartir lenguas en España según de que
autonomía se trate. Y con el derecho civil pasa lo mismo.
Por suerte el cambio político en España ha desbancado el escenario
más pesimista: el de la confrontación estéril entre una Catalunya en
demanda de más y mejor autogobierno y el de un Gobierno de
España cerrado al diálogo, convertido en guardián de unas supuestas
esencias constitucionales y, lo que es peor, convencido de que el
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�conflicto con Catalunya y el País Vasco iba a ser su mejor arma
electoral.
Aznar acertó en integrar en la democracia a toda la derecha
española, que no lo estaba, incluida la que aceptó a regañadientes la
Constitución. Incluido él, por decirlo de alguna forma y muy brutal.
Tuvo el mérito de que se pudiera decir y se puede decir, que en
España quien no es constitucional es una ínfima minoría, y eso se lo
debemos en buena medida a Aznar, que no votó la Constitución
porque no le gustó la palabra nacionalidades. Dijo que era disolvente.
Y sin embargo detrás de él han entrado en la vida constitucional
todos los ciudadanos españoles excepto algunas minorías.
Y Aznar se equivocó, sobretodo en los últimos cuatro años, azuzando
de nuevo el fuego de las tensiones territoriales por doquier; de
Catalunya y Euskadi con el gobierno central. Seguramente con culpas
compartidas, no lo voy a negar, pero desde luego con una hostilidad
muy clara desde el Gobierno; y entre comunidades -como en el caso
del trasvase del Ebro, tardía resurrección de un proyecto de España,
el de Joaquín Costa, que siendo justo en su momento, no lo era, en
absoluto, en éste.
Por el contrario el nuevo Gobierno socialista abre un horizonte de
diálogo con las aspiraciones de mejora del autogobierno, de
compromiso con el espíritu de la Constitución y, por consiguiente, de
apertura a su conveniente reforma y, sobre todo, de responsabilidad
política e institucional, incompatible -todo ello- con un uso
electoralista de los problemas territoriales.
Entiendo que ante nosotros se abre un segundo ciclo político
democrático de profundo calado, una vez culminado con éxito el ciclo
iniciado hace 25 años.
Renovar y profundizar nuestras instituciones democráticas,
perfeccionar el Estado de Bienestar, conseguir el pleno
reconocimiento de la España plural y resituar a España en Europa y el
mundo, han de ser los grandes objetivos de este segundo ciclo
democrático que estamos iniciando.
Son objetivos en consonancia con la exposición programática del
presidente del Gobierno en su discurso de investidura.
Soy consciente de que estamos ante una agenda de reformas muy
ambiciosa y exigente, que difícilmente podrá culminarse en una
legislatura. Encajar las distintas piezas: A) de las reformas
estatutarias, B) de la revisión del sistema de financiación autonómico
y local, C) de la devolución de competencias a los municipios y D) de
la reforma constitucional, requiere, para empezar, de una enorme
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�voluntad política, de una convicción granítica en las posibilidades del
diálogo, de una lealtad institucional básica compartida entre todos los
actores políticos, de un mesurado dominio de los tiempos políticos y
de una gran flexibilidad para conseguir el resultado final.
Lleva razón Gregorio Peces Barba al reclamar, para esta etapa,
atención y esfuerzo por conseguir el adecuado equilibrio entre
memoria y olvido para no dañar el patrimonio acumulado. Y lleva
razón Muñoz Molina en proponer una mayor sinceridad en el juicio del
pasado.
Con este espíritu plantea Catalunya su propuesta. Una propuesta
pensada desde Catalunya para Catalunya y para España, o si se
quiere, desde Catalunya para España.
Quiero que entiendan que nuestro propósito es el de contribuir a
hacer una España que si se acepta tal como es, en su espléndida
diversidad, ampliará enormemente sus horizontes, porque adquirirá
una confianza en si misma que, en términos globales, le ha faltado o
no ha poseído en la medida necesaria.
Quiero que entiendan que les hablo desde una Catalunya tolerante,
abierta, vanguardista, acogedora, solidaria, progresista en sus
políticas sociales, comprometida en la construcción de la España
diversa, puente con Europa y referencia mediterránea.
¡Quítense de la cabeza los viejos tópicos de la Catalunya sólo
burguesa, de la Catalunya insolidaria y de la Catalunya antiespañola!
Quiero que entiendan que nos dirigimos a la España democrática,
abierta y tolerante; a la España plurinacional; a la España fuerte y
segura que vuelve a Europa, que hace de puente entre Europa y
América Latina, que va ejercer a fondo su responsabilidad
mediterránea; a la España en malla, que construirá las redes
transversales que reforzarán la unión de los iguales; a la España
próxima, cálida, sensible a las razones y a los sentimientos de todos
sus pueblos. La que debe exigir a Europa, y eso va a ser muy
importante, que reconozca las diversas lenguas de Sepharad,
habiendo empezado por reconocerlas, amarlas y defenderlas ella
misma.
Y también quiero que los catalanes nos quitemos de la cabeza los
tópicos sobre España, que hagamos el esfuerzo de ponernos en el
lugar de los otros pueblos de España, de comprender y respetar sus
sensibilidades, sus aspiraciones y sus intereses.
Si así lo hacemos daremos un paso importante en la construcción
mental y sentimental de la España plural, de la España en red que
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�sólo puede ser el resultado de la aproximación, de la empatía y del
acuerdo entre los pueblos de España.
Miren: Catalunya tiene más intereses en juego en Europa que en
España. Tiene más cosas que resolver en Europa que en España. No
es ya por interés, como lo era para la burguesía catalana del 900
(arancel frente a la competencia extranjera o antidisturbios frente a
la vitalidad del movimiento obrero), es por afecto, es porque mis
abuelos eran alicantinos y el padre del secretario general de uno de
los partidos de la coalición del Govern de Catalunya es aragonés, y el
otro, no su padre sino él, nació en Castellón; es porque mi nieto es
medio portugués;es porque tenemos las sangres mezcladas; es
porque el humor madrileño nos hace reír más que el francés, a pesar
de los pesares; es porque Montilla es de Iznajar y Cornellà; es porque
el flamenco catalán de Peret o Duquende es inigualable; es porque en
Valencia y Baleares se habla catalán, o como quieran llamarle al
catalán que hablan.
Es por todo esto que no nos vamos a separar. No por interés,
entiéndanlo. Y a pesar de nuestras querellas internas y nuestras
diferencias, que son la sal de la vida, ahí estamos. Los catalanes no
sabríamos que hacer sin pelearnos con los madrileños. Nos
aburriríamos mortalmente.
Dicho esto, quisiera, ahora, exponerles, aunque con las limitaciones
que este acto impone, las motivaciones y el alcance de la reforma del
Estatut de Catalunya.
Más y mejor autogobierno para Catalunya
Se pueden preguntar ustedes si nuestra actitud en el debate
constitucional, la de los socialistas catalanes, que no tenemos grupo
propio en el Congreso pero que nunca hemos renunciado a tenerlo lo perdimos, pero lo perdimos después del golpe de Estado, y eso hay
que tenerlo en cuenta-, va a ser distinta de la del conjunto de los
socialistas españoles. No va a ser distinta pero vamos a defender la
nuestra en el seno del socialismo español, ¡y tanto! Tenemos nuestra
propuesta.
Y el día que tengamos grupo propio no por eso el socialismo español
dejará de ser mayoritario, que quede claro. ¿De qué España estamos
hablando? ¿Qué cubre el adjetivo español? Precisamente nuestra
fuerza reside en el hecho de que la España que representamos los
socialistas es plural, tan plural como lo será entonces el socialismo en
el Congreso, frente a una derecha unanimista, y por tanto más
cómoda y más confortable, pero por lo mismo menos representativa
de la España real. Este es el envite, precisamente.
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�No se trata de una propuesta, la nuestra, en clave exclusivamente
catalana. Quiere ser, como he dicho, un elemento de engarce.
El Gobierno de la Generalitat que presido no ha presentado un
proyecto cerrado de reforma estatutaria -algo que otros sí han hecho,
legítimamente, sin duda- . Catalunya se ha limitado a esbozar unas
líneas maestras de lo que a su juicio, a nuestro juicio, debe ser la
reforma. En nuestro ánimo no está condicionar el resultado final del
trabajo de la ponencia parlamentaria ni del proceso de amplia
consulta social que se ha establecido. Quede clara nuestra voluntad,
pues, de mantener el propósito de que el Estatut que llegue a las
Cortes españolas lo haga con el consenso máximo.
A la mayoría de los catalanes no les interesaría el Estatuto, ni el que
tenemos ni el nuevo, si no fuera a representar más progreso y más
igualdad. Lo importante al plantearse la reforma es entender y
conseguir que el Estatuto se convierta en un instrumento suficiente
para dar respuesta a las aspiraciones y necesidades de los catalanes.
Son aspiraciones y necesidades que pasan por la mejora de la vida
cotidiana de las personas, por afrontar las inseguridades que
preocupan día a día, por abordar con coraje y serenidad el fenómeno
de la inmigración, por facilitar el acceso generalizado a las nuevas
tecnologías, por actuar con eficacia ante la progresiva degradación
del medio ambiente. Y por robustecer la personalidad de un pueblo y
de unas instituciones que son ya responsables de la mayoría de esos
temas.
Pero además, la reforma del Estatuto ha de suponer una renovación
del pacto de convivencia entre todos los ciudadanos y ciudadanas de
Cataluña. En el Estatuto se plasma un compromiso colectivo para
convivir de forma pacífica y democrática. En el Estatuto se
encuentran las reglas del juego que Catalunya se da a sí misma para
resolver civilizadamente las diferencias propias de una sociedad
abierta y plural.
Son unas reglas del juego que se han quedado pequeñas y, en
algunos casos, inadecuadas. Las instituciones del autogobierno de
Catalunya pueden y deben mejorar mucho para alcanzar nuevas
cotas de calidad democrática: con una nueva organización territorial
que suponga una descentralización de la Generalitat en los entes
locales, con unas instituciones más transparentes y más responsables
ante la ciudadanía, con una administración de justicia más próxima y,
por ende, más eficaz.
Se habla de administración única, llamémosle central, a la
autonómica precisamente, porque es la Administración, no la única
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�sino la administración central en el sentido de punto de encuentro
entre las demás administraciones, la del estado y las locales.
Hemos tenido un Estatuto que sirvió para recuperar y reconocer lo
que la pérdida de las libertades supuso para Catalunya (y para los
demás pueblos de España). Ahora precisamos una reforma que añada
a todo aquello las herramientas de progreso social de la ciudadanía y
que sitúe a Catalunya en la nueva dimensión que la evolución de
España y de Europa requiere.
El Estatuto que pretendemos no es una disimulada declaración de
independencia. Como tampoco es una aceptación vergonzante de
vasallaje. El Estatuto que queremos es -en todo caso- una libre
declaración de interdependencia. Porque somos conscientes que hoy
por hoy ciudades, naciones, continentes enteros participan
activamente de una misma historia. Los catalanes deseamos ser
reconocidos como actores en esta historia. Queremos serlo, no por
afán de exhibir nuestra diferencia o por aspirar a un rol de
protagonista.
Queremos ser reconocidos como parte de una comunidad global, de
la que formamos parte y en la que todos tenemos el derecho y la
obligación de aportar nuestra contribución.
Catalunya propone una España plural que considere realmente las
instituciones de autogobierno de sus nacionalidades y regiones como
Estado, con un Senado que represente y exprese esa pluralidad
institucional, con una presencia efectiva en las instituciones de la
Unión Europea y con un sistema judicial adaptado a la realidad
autonómica.
Catalunya propone una España plural basada en un trato fiscal justo.
Catalunya propone una España plural que defienda y promueva como
una riqueza irrenunciable todas sus lenguas y culturas. Es el Estado un Estado integrador e incluyente- quien ha de defender la lengua y
la cultura catalanas. No es que la Generalitat no tenga que hacerlo.
Claro que debe hacerlo, pero no basta. Pretender que nos bastemos
en esto si que es una invitación al divorcio, pretender que cada uno
defienda lo suyo es el primer paso. Nosotros queremos que sea el
Estado quien se haga rico de esa pluralidad, como ocurre en otros
países europeos. Que sea el Estado, que sean los Institutos
Cervantes, que sea la política cultural española la que enseñe el
catalán, la que lo ponga en la moneda, en los pasaportes, en las
matrículas, que no son "plaquitas". Todo esto no son tonterías. No lo
son. De símbolos también vive la gente y muchas veces, muere.
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�Catalunya propone pues, en resumen, la reforma del Estatuto de
Autonomía por tres grandes motivos en esas direcciones.
- En primer lugar, para mejorar el progreso y la igualdad de los
catalanes.
- En segundo lugar, para mejorar la calidad democrática de nuestras
instituciones de autogobierno.
- Y, finalmente, para contribuir decisivamente a la configuración
institucional de la España plural. A ello añadimos el reconocimiento
de un protagonismo acorde a nuestra realidad en las instituciones
europeas.
La agenda definida en nuestro acuerdo de formación del gobierno de
la Generalitat afecta a cinco grandes cuestiones:
1ª
2ª
3ª
4ª
5ª
La
La
La
La
La
consideración de la Generalitat como Estado.
redefinición del ámbito competencial.
presencia de la Generalitat en Europa.
colaboración de la Generalitat con los entes locales.
financiación autonómica.
Sabiendo como sabemos que todas las competencias exclusivas que
estaban definidas en el Estatuto el año 79 prácticamente han sido
vaciadas por paso del tiempo. Porque siempre hay una disposición
general o en el propio Estatuto o en la Constitución que lo permite
por interés económico, general o por otros. Como ejemplo el
comercio interior, en el que tenemos todas las competencias, pero no
queda limpia, entera ninguna. Porque la inercia imperante, el imán
que es en definitiva el poder del Estado, cuando se concibe no como
plural sino como único, va limpiando de contenido lo que la
Constitución había dado forma.
Ante eso tenemos dos alternativas: O hacemos un Estatuto para
blindar aquello que la historia nos quitó y el Estatuto anterior nos
daba y la Constitución también, o vamos a un Estatuto reducido a
grandes principios generales que nos permitan defender en la calle y
ante el juez los derechos que inicialmente se concibieron y que
teníamos.
Hay dos maneras pues de enfocar este tema y yo les aseguro que los
constitucionalistas que están trabajando en ello están claramente por
la primera solución. Les da mucho más trabajo pero les da mucha
más satisfacción porque sitúa el terreno estrictamente en el ámbito
de la realidad jurídica. Les confieso que yo no estoy seguro de ello. Y
les confieso que soy un amateur de las constituciones simples y que
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�la gente entiende, porque el que la gente las entienda las hace
inviolables.
Quiero que entiendan que queremos una reforma del Senado, una
atribución de funciones de casación al Tribunal Superior de Justicia de
Catalunya, salvando el recurso de unificación de doctrina. Nada tan
económico como eso: No hacer pasar todos los temas por el Tribunal
Supremo, sino hacer que sea Tribunal de Casación, el Tribunal
Superior de Justicia de cada una de las comunidades y que el
ciudadano de cualquiera de esas comunidades pueda, invocando una
sentencia más favorable a su interés de otra comunidad, ir contra la
sentencia de su Tribunal Superior. Aquí no hay nacionalismo, aquí
hay economía y aquí hay interés común. Entonces si que estaremos
creando una jurisprudencia común.
Nos vamos a mojar también en temas que van a ser muy calientes en
Catalunya pero que aquí probablemente no tengan el mismo interés.
El tema de la división de Catalunya en "veguerías". La división
provincial de 1835 que entonces estaba muy bien hoy no tiene
demasiado sentido en Catalunya. Catalunya para gobernarse bien,
tiene que decirle al Ebro: eres un territorio, tienes tus problemas y te
los tienes que poder solucionar; y tiene que poder decirle al Pirineo,
no eres un trozo de Lleida ni un trozo de Girona, eres el Pirineo; y
tiene que decirle a la Región Metropolitana de Barcelona: eres una
región metropolitana europea y tienes que luchar y competir con las
demás regiones metropolitanas.
Ahora no existen esas regiones, no existe el Pirineo, no existe la
Catalunya central. En esos temas nos vamos a meter y ustedes
pueden pensar que son temas muy interiores y lo son, pero como
todo está intervenido por una filosofía general podría ser que ustedes
pensaran que eso está muy bien que lo diga el Estatuto, pero que no
toquemos las provincias porque es un tema de España y está en la
Constitución.
Nosotros no vamos a poner límites en nuestra ambición en el
Estatuto porque estamos convencidos que nuestra ambición no va
contra nadie y por tanto no tendría sentido que nos pusiéramos
límite.
No va contra Madrid. No va contra España. No va contra Galicia. No
va contra nadie. Va a favor de los ciudadanos de Catalunya y a favor
de la construcción de una España más real, más parecida en la ley a
lo que la realidad dibuja.
Y se podría decir: aténganse ustedes a lo que dice la Constitución, y
nos vamos a atener, por supuesto, pero, por supuesto también nos
preguntamos ¿Que dice la Constitución? Y está muy claro porque
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�escrito está, pero también está escrito que se va a cambiar, y por
tanto tampoco tendría sentido total que ahora se hiciera un Estatuto
que debiera ser refrendado por el Parlamento de Catalunya por
mayoría cualificada, por las Cortes Españolas por mayoría absoluta,
luego en referéndum en Catalunya y que luego tuviera que cambiarse
porque no hubiese sido suficientemente ambicioso, no previendo que
la Constitución que estaba a punto de cambiar iba a cambiar según
que cosas.
¿Quiere esto decir que el Estatuto tendrá que esperarse para su
aprobación a la aprobación de la Constitución? Estas son preguntas
que quedan abiertas, son temas no cerrados que hay que plantearse
porque están en la mente de todas las personas que piensan en esos
temas.
Nosotros no vamos a forzar la máquina, pero lo que no vamos a
hacer tampoco es permitir que la gente piense que este es un
sistema que se pone trabas a si mismo, que este es un sistema de
discusión y un sistema político que lo que hace es impedir que la
realidad aflore y que la vitalidad se exprese. Eso no. No nos lo
podríamos perdonar.
De modo que sepan ustedes que no solo les estoy hablando de un
proyecto de Catalunya o para Catalunya, pero si en todo caso de
Catalunya para España. Todo eso que se puede hacer en Catalunya,
que la gente quiere que se haga, no va a poder ser si en España no
cala un poco el espíritu de cambio y la filosofía que hay debajo de esa
propuesta.
De ahí que yo esté hoy aquí y que en este momento sobretodo nos
preocupe que se nos entienda, y que se entienda que lo que nos
preocupa no es sólo Catalunya, sino que nos preocupa el problema
español. Y nos preocuparía que no se entendiera que ese problema
hoy, después de un siglo, tiene soluciones que entonces ya se
empezaban a dibujar pero que nunca se obtuvieron.
Muchas gracias.
Pasqual Maragall
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Castellà
Spatial Coverage
Spatial characteristics of the resource.
Club Siglo XXI (Madrid)
Subject
The topic of the resource
Autonomia
Espanya plural
Estatuts
Territoris
Acció política
Federalisme
Política
Madrid
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
Maragall, Pasqual, 1941-
Type
The nature or genre of the resource
Conferència
Format
The file format, physical medium, or dimensions of the resource
Textual
Provenance
A statement of any changes in ownership and custody of the resource since its creation that are significant for its authenticity, integrity, and interpretation. The statement may include a description of any changes successive custodians made to the resource.
Aquest document és còpia digital de l'original custodiat a l'Arxiu Nacional de Catalunya.
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
2004-05-27
EAD Archive
The Encoded Archival Description is a common standard used to describe collections of small pieces and to create hierarchical and structured finding aids.
Level
The hierarchical level of the materials being described by the element (may be other level too).
Document
Discursos i conferències
-
https://arxiupmaragall.catalunyaeuropa.net/files/original/27/1691/0000000660.pdf
e5f974f2742b2e475c2f42811a77f479
PDF Text
Text
�
Dublin Core
The Dublin Core metadata element set is common to all Omeka records, including items, files, and collections. For more information see, http://dublincore.org/documents/dces/.
Title
A name given to the resource
12.01. Activitat de representació (com a President)
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
2003-2006
Description
An account of the resource
Aplega els expedients i documents emanats de l'activitat protocol·lària i de projecció pública com a President de la Generalitat.
Dublin Core
The Dublin Core metadata element set is common to all Omeka records, including items, files, and collections. For more information see, http://dublincore.org/documents/dces/.
Title
A name given to the resource
Más y mejor autogobierno
Type
The nature or genre of the resource
Article
Format
The file format, physical medium, or dimensions of the resource
Textual
Source
A related resource from which the described resource is derived
Expansión
Language
A language of the resource
Castellà
Subject
The topic of the resource
Estatut
Espanya plural
Autogovern
Finançament
Territoris
Acció política
Identifier
An unambiguous reference to the resource within a given context
1383
Creator
An entity primarily responsible for making the resource
Maragall, Pasqual, 1941-
Abstract
A summary of the resource.
Suplement Especial
Date
A point or period of time associated with an event in the lifecycle of the resource
2004-05-27
EAD Archive
The Encoded Archival Description is a common standard used to describe collections of small pieces and to create hierarchical and structured finding aids.
Level
The hierarchical level of the materials being described by the element (may be other level too).
Document
Articles